Fijman es uno de esos casos en que la vida del poeta supera a su obra. Bohemio y demente (padeció de psicosis delirante), internado en el manicomio, donde murió en 1970, a los setenta y dos años, es una de las figuras míticas de la literatura. Retratado como Samuel Tesler en la gran novela de Leopoldo Marechal, "Adán BuenosAyres", o como Samuel Fiksler en "El que tiene sed", de Abelardo Castillo, sobre él se han escrito innumerables artículos. Es indudable que su figura despertó una cierta idealización, "la del poeta loco". Pero Fijman fue un poeta, un místico, y un hombre que sufrió hondamente. Su locura nada tiene de "artística" o "hermosa", como alguien la definió. Su demencia lo arrastró a un precipicio en el cual cayó como una piedra. En uno de sus poemas, dijo: "Demencia: el camino más alto y más desierto"; y, en otro: "En mi gemido conté mi soledad envejecida". Además de sus "Obras completas", se destacan "Poemas" y "San Julián, el pobre", entre lo poco que publicó.